Saltar al contenido

Mi editor me pidió que le llevara flores a su esposa. Otra vez.
Él piensa que soy su mandadero. Pero por lo menos tengo oportunidad de verla a ella. Pobre tipo.
Cuando llego a su casa ella está sola como siempre. Me abre y entro en la casa.
Nos miramos.
«Pobre tu marido», le digo.
Ella me mira y no dice nada, luego replica: «Él lo sabe».
La miro atónito, no lo puedo creer.
«¿Y cómo lo supo?»
«Yo se lo dije.»

Publicado enDivagar

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


*