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Silenceway Entradas

Mi editor me pidió que le llevara flores a su esposa. Otra vez. Él piensa que soy su mandadero. Pero por lo menos tengo oportunidad de verla a ella. Pobre tipo. Cuando llego a su casa ella está sola como siempre. Me abre y entro en la casa. Nos miramos. «Pobre tu marido», le digo. Ella me mira y no dice nada, luego replica: «Él lo sabe». La miro atónito, no lo puedo creer. «¿Y cómo lo supo?» «Yo se lo dije.»

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El hombre entró al bar en el que me encontraba. No se sentó en ninguna de las sillas sino que se dirigió directamente al escenario donde se encontraba un piano de cola. Se sentó y tocó repetidamente unas ocho notas guiándolas con un compás originado en su mano derecha por dos o tres acordes. Luego salió. Nadie aplaudió. Nadie lo miró. Hoy recuerdo esas notas que no me han abandonado. Que me acompañan y que siempre están conmigo. Unas notas que siguen ahí… tocándose infinitamente.

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– ¿Has leído a Kant? – No nada. ¿Y tu? – Lo básico. Eso de la ilustración. – ¿Eso nos hará menos intelectuales? – No sé. – Aunque bueno, ¿cuántos de esos que han leído a Kant pueden darse el lujo de hablar de Planck? – Pues sí. Pero creo que nosotros tampoco sabemos nada de Planck.

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«una extraña parábola» El parque del barrio siempre habÃía sido muy hermoso… todos habí­an crecido jugando duisfrutando de sus prados y sus juegos. Un día muchos años después unos hombres llegaron diciendo que iban a construir en ese parque un edificio. La comunidad al principio se opone y sale a protestar. Un joven del sector que ha crecido allá decide ir a sentarse en la mitad del terreno y dice que no se va a ir hasta que haya una respuesat positiva. Los hombres en las máquinas no hacen nada. El muchacho dice que está en una protesta no violenta.…

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