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Día: 14 de septiembre de 2005

Mi editor me pidió que le llevara flores a su esposa. Otra vez. Él piensa que soy su mandadero. Pero por lo menos tengo oportunidad de verla a ella. Pobre tipo. Cuando llego a su casa ella está sola como siempre. Me abre y entro en la casa. Nos miramos. «Pobre tu marido», le digo. Ella me mira y no dice nada, luego replica: «Él lo sabe». La miro atónito, no lo puedo creer. «¿Y cómo lo supo?» «Yo se lo dije.»

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