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Año: 2005

Memoria

Memoria. Eso es lo que necesitamos. Que nos recuerden las cosas porque si no se nos olvidan. Ahora que he perdido tantos recuerdos y me doy cuenta que he olvidado muchas cosas me doy cuenta de lo importante que es la memoria. Rememorar lo que hemos hecho es saber lo que somos y donde estamos. Conocer las fallas y poder recuperar tiempo perdido (como lo hizo Proust) y aprender de los errores. Por eso, 20 años después, el Palacio de Justicia debe ser de nuevo recordado y traído al consciente popular, evocar los sucesos para que podamos darnos cuenta de…

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Sobre el viaje por Colombia de Soho

El artículo de Soho puede leerae aquí. — Contar acerca de los sitios que el colombiano promedio no conoce puede ser una tarea apasionante sobre todo por el hecho de viajar y, si se es periodista, de poder recoger toda esa riqueza informativa que se encuentra en árboles, plantas, animales, personas, casas y muchos otros elementos que componen ese paisaje. Contar con lujo de detalles (aunque obviamente con la incomodidad del espacio que normalmente puede llegar a ser reducido) y pintar en un escrito toda la travesía, el espectáculo y el conocer de un sector alejado, olvidado y al cual…

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Y otro año más…

“Se tomaron la embajada, se tomaron el palacio yo lo vi en televisión” (Mi generación, Poligamia) El episodio del Palacio de Justicia no lo recuerdo muy bien, recuerdo haber visto las imágenes siendo un niño de 9 años por la televisión mientras jugaba puesto que no había mucho de donde elegir para ver (con solo dos o tres canales). Y así fue como lo seguí, desinteresado por el hecho que mostraban en el medio que no podía entender. Pero para entender lo que de verdad ocurría debieron de pasar muchos años. Aunque, la verdad, sin entender del todo porqué los…

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Suerte

Otra vez la requisa. El hombre pidió que abriera mi chaqueta antes de entrar. Palpó mi cintura, pidió que abriera mi maleta y luego hizo una seña para que siguiera adelante. Pasé bajo un detector de metales que emitió ese chillido normal para quien entra. Ya había oído ese montón de bips que invadía el ambiente en otras visitas. Rodeé con la mirada como siempre suelo hacer al llegar. No estaba muy lleno, normalmente a esta hora está así. Dejé mi maleta en la entrada y recibí el ficho para reclamarla después. Sigo hacia adentro. Música proveniente de diferentes máquinas…

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Mi editor me pidió que le llevara flores a su esposa. Otra vez. Él piensa que soy su mandadero. Pero por lo menos tengo oportunidad de verla a ella. Pobre tipo. Cuando llego a su casa ella está sola como siempre. Me abre y entro en la casa. Nos miramos. «Pobre tu marido», le digo. Ella me mira y no dice nada, luego replica: «Él lo sabe». La miro atónito, no lo puedo creer. «¿Y cómo lo supo?» «Yo se lo dije.»

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El hombre entró al bar en el que me encontraba. No se sentó en ninguna de las sillas sino que se dirigió directamente al escenario donde se encontraba un piano de cola. Se sentó y tocó repetidamente unas ocho notas guiándolas con un compás originado en su mano derecha por dos o tres acordes. Luego salió. Nadie aplaudió. Nadie lo miró. Hoy recuerdo esas notas que no me han abandonado. Que me acompañan y que siempre están conmigo. Unas notas que siguen ahí… tocándose infinitamente.

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